18 de diciembre, Día Internacional del Migrante


Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la migración es “una expresión valiente de determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida mejor”. La globalización y los avances en las comunicaciones y los transportes provocan que cada vez un mayor número de personas emprenda una nueva vida buscando una mejoría por distintos motivos: huir de la guerra, seguridad personal, económicos, dignidad, paz, etc. Hoy hablemos del tema migratorio en toda su magnitud, puesto que permite observar y analizar hasta qué punto se vulneran los derechos humanos hacia las personas que emigran; cómo se articulan y reproducen desigualdades y diferencias de clase, género, raza; qué tipo de subjetividad se entreteje sobre todo en el caso de las mujeres.

Para entender el origen de esta realidad es importante ver el pasado colonial europeo. La colonialidad del poder la llama Quijano, que se refiere al sistema de dominio que se construye a partir de un patrón de poder que se establece sobre las culturas como, por ejemplo: en América sometida por los colonizadores europeos. Sustentada en dos ejes interdependientes entre sí:

Eje 1. La clasificación social de la población sobre la idea de raza. En la supuesta superioridad biológica entre conquistadores y conquistados, creando identidades históricas, como, el negro, el indio, el mestizo, a las que se asoció a jerarquías, lugares y roles sociales.

Eje 2. La organización de “todas las formas de control y explotación del trabajo y de control de la producción-apropiación-distribución de productos…” (Quijano, 2000: 204).

Hemos internalizado estas identidades históricas, por lo que no nos damos cuenta de que el racismo está incorporado a nuestra cultura, esa colonialidad del poder no solo se ejerce con la población migrante, también con minorías étnicas como la gitana, o con las personas europeas pobres.

El racismo también se manifiesta como opción partidista, como un odio al bienestar del otro, se fomenta un rencor entre las personas autóctonas pobres o precarizadas, hacia el presunto disfrute del otro, a situaciones de escasez se les suma la perversa acusación a las personas migrantes de ser beneficiarias ilegítimas de derechos sociales.

La izquierda habla de combatir el racismo, pero siempre tiende a subestimarlo como fenómeno y acaba por dejarlo en un segundo plano; lo ven como un problema relacionado con la explotación laboral, que también, pero no como un sistema de opresión que atraviesa la sociedad en su conjunto.

Las opresiones y desigualdades tienen las mismas causas, no se puede llevar a cabo una política antirracista pensando solo en los grupos racializados o marginados, de alguna manera debe construirse en común con los grupos y sectores sociales más explotados de la población autóctona. También la ciudadanía local sufre discriminación por su etnia, educación, economía, género, clase social… Es imprescindible visibilizar el racismo y el clasismo para deconstruirlos, lo contrario es arriesgamos a acabar dentro de las lógicas del último contra el penúltimo, comenta Miguel Mellino.

Una visión económica del tema plantea António Guterres, secretario general de la ONU:

“La migración es un poderoso motor del crecimiento económico, el dinamismo y la comprensión. Permite que millones de personas busquen nuevas oportunidades, lo que beneficia por igual a las comunidades de origen y de destino”.

Una visión social, las personas migrantes contribuyen con su conocimiento, con las redes que conforman y con sus capacidades al desarrollo de comunidades más fuertes y resilientes. Contribuciones reseñables de los migrantes y sobre todo las mujeres, es haber estado en primera línea en la lucha contra la pandemia de COVID-19, en los ámbitos de la salud, el transporte y los servicios de alimentación han hecho que nuestras vidas durante el confinamiento se hicieran más llevaderas.

Desde el punto de vista humano, debemos ser empáticos tolerantes y respetar los Derechos Humanos, teniendo en cuenta que todas y todos hemos sido, somos o seremos migrantes.  Que todas y todos encontramos elementos que nos unen tales como nuestros deseos de progresar, de buscar el bienestar de nuestras familias, de tener un mejor proyecto de vida. La migración no es algo ajeno a nosotros y nosotras, forma parte de nuestra vida y de nuestra sociedad y compartimos “ESPERANZA, SUEÑOS Y FUTURO”.

Magdalena Hernández Salazar

Concejal de Políticas de Empleo, Migración y Diversidad Cultural